Estos periodistas…
Pero una vez leído el artículo que lleva a portada la revista Capital este agosto, las cosas cambian: “¿Te has preguntado alguna vez si internet con tanta lectura rápida, videos, fotos… nos está haciendo menos reflexivos y más superficiales?”, dice la revista para provocarnos.
Pues ahora que lo pienso sí. Eso me vengo preguntando en los últimos meses. Porque el reportaje de la revista no se refiere a si Wikipedia es buena o mala, o si tener millones de webs disponibles gracias a Google es perjudicial.
Se refiere a otra cosa. Y cuando leí lo que afirma Nicholas Carr a Capital, me di cuenta de que es lo mismo que me está pasando.
“Durante los últimos años he tenido la sensación incómoda de que alguien o algo ha estado trasteando en mi cerebro, rediseñando el circuito neuronal, reprogramando la memoria”, dice Carr, quien sacó hace unos meses un libro-despertador: “Superficiales: ¿Qué está haciendo internet con nuestra mentes”.
A Carr le pasó lo mismo que a mí y a muchos: tenemos ahora menos capacidad de concentración. En este mismo momento, tengo abiertas 18 pestañas en un navegador. Dos pestañas en otro. Aparte el correo electrónico. Y mis ojos van de un sitio a otro. No leen. Escanean.
Carr dice que ahora su concentración se disipa a medida que lee una página o dos de un libro. ¿Culpa de internet?
En parte, sí. Internet nos causa un déficit de atención. No leemos, sino que vamos como las ranas saltando de un texto a otro, de una página digital a otra, de una imagen a otra.
Un reciente artículo titulado “El cerebro humano delega en Internet“, revelaba unas pruebas científicas curiosas. Tomemos dos grupos y pidámosle a cada uno que escriba y memorice un texto. Al primero se le dice que su texto será grabado y al otro, que no.
A la hora de recordar lo escrito, el segundo grupo superaba al primero porque sabía que no había registro. El primero confiaba tanto en la grabación que no hacía el esfuerzo de recordar. Perdemos concentración y capacidad de memorizar. Por eso dice Carr que Internet nos está cambiando neuronalmente.
Pero contradiciendo a Carr, en el reportaje de Capital salen defensores precisamente de esa atención dispersa: para sobrevivir en tiempos prehistóricos, se necesitaban mentes no concentradas en un asunto sino en muchos, en todo lo que había alrededor, porque desde ahí podía saltar sobre nosotros un enemigo.
Mi conclusión: por un lado, internet desentrena a la mente.
Pero mirad esto: dado que nos encanta rastrear y encontrar sorpresas, como cuando uno salía a rastrear comida y caza en el remoto pasado, al final estamos empleando el cerebro para lo mismo. Yo me puedo pasar horas frente a un monitor y de repente decir: ¡lo tengo!
También creo que de vez en cuando, hay que disciplinar la atención para sentir que el día ha sido productivo. ¿No habéis sentido la sensación de haber pasado una tarde inútil haciendo clic o croac, como las ranas?
Yo sí… a veces.
¿Nos hace Google más tontos?
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